sábado, 6 de abril de 2013

100 años de Javier Villafañe

Por Ricardo Lista


Cien años ha cumplido Javier Villafañe. Cien, nada más ni nada menos. Y, aunque hoy no nos acompañe físicamente, el Maestro está.



Está en sus obras, en sus cuentos, sus poesías. Está en el recuerdo de quienes lo conocieron, lo trataron y lo vivieron. También en aquellos que anduvieron el camino. Está; Don Javier, está.
Y cómo sigue aquí, entre nosotros, el día 24 de Junio hemos celebrado su cumpleaños. Y digo hemos, porque fue una fiesta de todos los titiriteros.
Tuve el privilegio de asistir, como titiritero y como corresponsal de Titerenet, a la celebración que en su se realizara aquí, en Buenos Aires, en el Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini”, en paralelo con la celebración que realizaran en Casa de Las Américas, en Cuba.
Empecemos. Esto no es cualquier celebración. En verdad, los homenajes empezaron el Día Internacional del Títere, 21 de marzo, en el marco del VI encuentro de títeres, en Lima, Perú, organizado por Anaracos. Luego le han sucedido, y seguirán sucediéndose, dedicatorias y recordatorios hasta fin de año.
Pero esté, el del día 24, día de su onomástico, fue especial. En el lugar se habían dado cita sus hijos Javier Villafañe; Juano Villafañe; Natalia Villafañe. También, otras figuras del teatro de títeres, de la literatura, de la cultura, del cine y el teatro. Porque Don Javier era más que un titiritero. Transitó todos los caminos; y eclipsó con su luz.
Una mesa de notables, que forman parte de la Comisión de Homenaje compuesta por destacadas personas de la cultura latinoamericana, compartió con el público allí presente anécdotas de Javier, del de todos los días. Así, Sarah Bianchi lo recordaba en Madrid, con ella y Mane de gira; y él, lejos, exiliado. Recordaba que ambas lo pensaban y él fue, tocó timbre. Preocupado estaba él, pues quería volver.
También la conductora y periodista Canela, quién en otra época, junto a Pablo Medina, realizara una biografía del Maesto, y con quién formo una amistad, nos regaló una imagen divertida, poética y creativa de Javier: la historia del sombrero de “Los tres balazos”, que él utilizaba. Un sombrero con tres agujeros de bala, que Don Javier le quitara a un finado, muerto de tres balazos en la cabeza. O también, sus tres mamelucos …
Hubo de todo, en ese baúl de recuerdos. Luz Marina Zambrano leyó una breve epístola, de la “Primer novia de Maese Trotamundos”, que en la primer función que diera La Andariega, era tan solo una niña; y hoy es una mujer, madre y abuela.
Su hijo Juano Villafañe, director artístico del Centro, nos habló de “La casa dentro del teatro”, esa casa donde se preparaban para el gran desembarco: el arte iba a cambiar el mundo; y aún hoy, continúan preparándose.
Allí estaban todos. Porque el Maestro Villafañe era más que un titiritero, era un poeta. Tenía la llave para un mundo metafísico. Y abría la puerta a todo aquél que estuviera dispuesto a atravesarla. Por suerte fueron muchos. Como expresara unos de sus poemas, leído por Leopoldo Castillo: “…hacer la señal del diablo, para que se arrodille la cruz”. Mundo de magia, de misterios. Esa fue su esencia. Esa, su estela.
También estuvo allí el director de cine Marcelo Altmarck, quien dirigió “La Andariega del río”; cortometraje inspirado en la vida de Don Javier y en el que él mismo actuó. Verlo ahí, escucharlo hablar; ver como Maese Trotamundos cobra vida, allí, en su mano derecha, fue algo hermoso. Sobretodo para mi, que soy muy joven y no tuve oportunidad de conocerlo.
Luego, los concurrentes fuimos invitados a la inauguración de la exposición de fotos, pinturas, libros y objetos relacionados con el maestro. Y allí estaba, de mirada penetrante y sabía, propia de los que peregrinan, como invitando, con su capa negra y su sombrero de ala ancha el Maese Trotamundos, que nos recibía. Allí también me di el gusto de conocer a la pareja más famosa del mundo titiritero de habla hispana: Juancito y María. Ella con sus largos y rubios cabellos de hilo; él, temeroso pero valiente al mismo tiempo. Grata sensación.
Pero me reservo para el final, lo mejor. De exposición en exposición, quedé de frente, cara a cara, con el imponente Diablo; ese que hostiga al panadero. Allí estaba él, con sus tres colas, roja, amarillo y verde. Allí estaba, con sus cuernos, su capa. Me miraba de frente, fijo, con sus ojos de botones de vidrio. Mirada hipnotizadora. Allá estaba. Y fueron sus ojos los que, en segundos, me transportaron a la cosmogonía de de Don Javier. Y pude escuchar, a lo lejos, el repique de las herraduras de un caballo y el ajetreo de una carreta.
¡Feliz cumpleaños, Maestro!


Fuente: Publicado el Lunes 29 de junio de 2009, en: http://www.titerenet.com/2009/06/29/100-anos-javier-villafane/

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