sábado, 6 de abril de 2013

Titiritero ambulante

ha recorrido el mundo con su 'teatro que camina', la mínima expresión desmontable de una escena
 
Este argentino de ojos vivarachos y azules, 74 años, medio genio y medio calvo, gran titiritero ambulante, se mantiene ahora en pie gracias al Ayuntamiento de Zaragoza. Durante los meses de verano fue contratado por el alcalde para que, desde el Alto Aragón, imparta sus enseñanzas artísticas a los niños más humildes de las colonias veraniegas. "Me pongo el teatro que camina, y que consiste en una falda alrededor de un aro, el sombrero, un bastón y, una caja colgada al cuello", explica Villafañe, "y voy de aquí allá unido al títere llamado Maese Trotamundos".
Villafañe recorrió su país, en 1933, en una carreta tirada por caballos -La Andariega- haciendo títeres de aldea en aldea. Iba entonces con un amigo poeta, Juan Pedro Ramos, "que un mal día se suicidé". Al quedarse solo, Villafañe, se deshizo de La Andariega y compró un simple carro, de dos ruedas y un caballo, para seguir su camino. "Pero una tarde hubo una tremenda tormenta, el caballo se espantó con un trueno y se clavó en el pecho la vara del carro, y murió allí mismo". Pero en este mismo lugar, un puerto llamado Gualeguaichu, el titiritero conoció a un alemán que tanto se emocionó viendo los títeres, que le ofreció su barco, un barco a vela, "y así pude seguir haciendo mi teatro bastantes meses, hasta que la canoa volcó y fue preciso volver a empezar". Villafañe, sin amigo, carro, ni barco, escribió un libro de poemas que mereció un premio literario en Buenos Aires. "Con esa plata que me dieron compré un automóvil viejo y un remolque para mis títeres. Pero un vehículo con motor ya no es el mismo, y la gente que venía a verme tampoco era la misma, gente sencilla de antes". Así que, finalmente, ideó su actual teatro que camina, la mínima expresión desmontable de una escena.
Ha recorrido la Mancha siguiendo los pasos de Don Quijote, a quien tanto se parece Villafañe por dentro, y Seix Barral editó recientemente el libro de su andadura, una crónica deliciosa. ¿Ahora? "Ahora preparo la antología de los cuentos que los niños de los pueblos manchegos me contaron cuando, al final de mi función de títeres, les pedía a cambio una historia suya", dice Villafañe.
Con sus títeres recorrió la URSS, China y casi todo el mundo, confiando todavía en "acabar dando la vuelta entera al globo, antes de que él me la dé a mí". Un día le concertaron una audiencia con el rey Juan Carlos. "Fue todo muy lindo", recuerda el titiritero, y apenas me vi delante del Monarca le pregunté: ¿Cómo debe dirigirse a un rey un titiritero? Y el Rey me dijo: 'Se le llama Su Majestad'. Y yo le puse la mano en su, brazo y le dije: ¿Me permite, Su Majestad, que le toque el brazo? Jamás he tocado a un rey. Y Juan Carlos me miraba como un nieto a su abuelo, y me dijo: Ojalá me hablara así otra gente en las audiencias, Maese Trotamundos...".
Y de este modo, Javier Villafañe se alejó embutido en su teatro circular caminante y aún se le oyó decir: "Hice títeres en todas partes, pero todavía espero la oportunidad de poder hacerlos en algún avión, sobre el Atlántico...".

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